La de todos y todas

Nos encantaría entrar un día cualquiera en el correo del trabajo y leer A partir del mes que viene subiremos un 10% el sueldo a todos los trabajadores. Lo comentaríamos con el compañero de la derecha y con la compañera de la izquierda y los tres nos pondríamos a pensar en qué gastarnos todos esos dineros extra.

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Dramatización

Porque, claro está, entenderíamos que nos subirían el sueldo a todos, tanto a los hombres como a las mujeres. Nadie en su sano juicio se preguntaría si, como en el correo pone los trabajadores, el aumento será sólo para los hombres. O sí, porque siempre hay alguien a quien le gusta aguar la fiesta.

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¡Alegría!

Este problema viene por la creencia extendida de que el género de las palabras es equiparable al sexo de las personas, pero, en realidad, que una palabra tenga género masculino no significa que lo que designa tenga sexo masculino. Por ejemplo, sol tiene género masculino y, hasta donde yo sé, los ángeles las estrellas no tienen sexo.

La peor parte de todo este jaleo lingüístico se la llevan los sustantivos en plural cuando designan a seres vivos: ¿por qué usamos todos los trabajadores para referirnos a un grupo en el que hay mujeres y hombres? Y mi favorito: ¿por qué no usamos todas las trabajadoras si en la empresa de la que hablamos la mayoría son mujeres?

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Exsqueeze me?

Pues porque en esta dicotomía, mi queridísimo Piscis, el masculino plural es el término no marcado, es decir, el que designa a todos los individuos de esa clase que se menciona, independientemente del sexo que tengan, mientras que el femenino plural es el término marcado, esto es, el que hace referencia sólo a los individuos de sexo femenino.

También hay que tener en cuenta que no todas las palabras que terminan en a se refieren automáticamente a personas de sexo femenino: con periodistas, por ejemplo, sólo es necesario cambiar el artículo que la acompaña: los periodistas (grupo formado por sólo hombres o por hombres y mujeres) y las periodistas (grupo formado sólo por mujeres).

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Me gusta

Además está el principio de economía lingüística, que viene a ser como la ley del mínimo esfuerzo, pero con las palabras. ¿Para qué decir televisiónmotocicleta si con telemoto ya vale?

En resumen, niños: que, si nos descuidamos, frases tan simples como El perro es el mejor amigo del hombre acabarán convirtiéndose en El perro y la perra son el mejor amigo y la mejor amiga del hombre y de la mujer. Y no queremos que eso suceda, ¿verdad? ¿VERDAD? ¿VERDAD?

tenor

¡Déjalo ya!

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