La de la cuarentena

Hoy se cumple una semana de mi cuarentena exilio autoimpuesto por el bien de la raza humana y por ahora lo llevo bastante bien. En estos días he aprendido algunas cosas que me gustaría compartir por si a ti también te sirven.

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Soy todo oídos

RUTINA. Me estoy levantando un poco más tarde que de costumbre porque me ahorro el tiempo de ir a la oficina, pero sigo haciendo el mismo horario. También como más o menos a la misma hora y no me acuesto mucho más tarde de lo normal. Creo que es importante mantener una rutina parecida a la que llevaba antes para animarme a hacer cosas y para que no me cueste recuperar el ritmo cuando volvamos a la normalidad.

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¡Libres domingos y domingas! ¡Libertad para los dos!

ALIMENTACIÓN. Sigo desayunando leche, zumo y tostadas y comiendo lo mismo que me llevaría a la oficina. Lo que sí ha cambiado es que hago cenas más ligeras y puede que me tome algún café más que antes. A lo mejor subo algún kilo por la falta de movimiento, pero siempre será menos que si me atiborrase de magdalenas (que ganas tampoco me faltan, ya te digo).

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Quién fuera lechuga…

ASEO. Por las mañanas, antes de sentarme en el ordenador, me quito el pijama y me pongo ropa cómoda, y por las noches me ducho y me lo vuelvo a poner. A todos nos gusta un fin de semana de perreo en pijama en el sofá, pero creo que mentalmente es necesario hacer esta diferencia.

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Como los chorros, Homer

EJERCICIO. Quien me conoce sabe que hago cero unidades de deporte; lo más parecido al ejercicio en mi vida son las clases de salsa a las que voy dos veces por semana. Pero con esto de no moverme mucho me están empezando a salir dolores por todos lados. La edad también tendrá algo que ver, supongo… Así que me he propuesto hacer una rutina de estiramientos al menos una vez al día y, oye, ni tan mal.

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Basado en hechos reales

DESCONEXIÓN. Si a las ocho horas de trabajo en el portátil le sumo los 45 minutos de la serie de turno y el tiempo que paso en Twitter, WhatsApp y derivados me salen… un porrón de horas delante de una pantalla. Por eso cuando acabo de trabajar apago el ordenador y me pongo música mientras hago la cama o friego los platos. Así me distraigo y con los cuatro berridos que pego suelto algo de energía.

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¡A pastar!

TAREAS PENDIENTES. Estoy aprovechando para retomar aficiones que tenía aparcadas por falta de tiempo: hace unos días empecé un libro de 600 y pico páginas que espero que me dure bastante. También tengo una lista de chapucillas para hacer en casa, como ordenar los cajones de la mesilla de noche o cambiar los tiradores de un mueble.

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Mañana mismo empiezo

CONEXIÓN. Creo que es importante saber lo que está pasando fuera de mis cuatro paredes, así que veo las noticias un rato, pero sólo una vez al día y no más de media hora. También me ayuda ver en redes sociales cómo están llevando otras personas esta situación para tener presente que estamos todos juntos en esto y a veces incluso me da ideas para pasar el tiempo: recetas nuevas, sitios que ofrecen contenido gratis…

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¡Lo he descubierto!

 

La del feminismo

Hola, querida Isabel:

Hoy has incendiado las redes sociales (siempre he querido usar esta expresión) con tu tuit sobre el feminismo:

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Érase una mujer a una puerta pegada

Lo primero que pensé es que habían cambiado la definición de feminismo y yo con estos pelos. La verdad es que me quedé más tranquilo cuando comprobé en Wikipedia que no, que el feminismo sigue siendo un conjunto heterogéneo de movimientos políticos, culturales, económicos y sociales que tiene como objetivo la búsqueda de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.

Me gustaría comentarte, querida Isabel, que ese feminismo que estás menospreciando es el que ha hecho posible que puedas decir libre y públicamente lo que te salga del bolo. Ese mismo feminismo que estás menospreciando también consiguió el derecho al voto que usarás el próximo día 28 de abril, posiblemente para votar a un partido que tiene intenciones de aliarse con otro partido que pretende quitarte otro derecho que tienes gracias a ese feminismo que estás menospreciando: el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo.

Gracias a ese feminismo que estás menospreciando, querida Isabel, puedes estudiar, trabajar, abrir una cuenta corriente o pedir un préstamo sin necesidad de que tu marido te dé permiso. Es más: gracias a ese feminismo que estás menospreciando no te hace falta tener un marido para nada.

Ese feminismo que estás menospreciando, querida Isabel, ha ayudado a que se promulguen leyes contra la violencia machista para proteger a todas esas mujeres a las que, por desgracia, se les ha cruzado en la vida un gañán que se cree mejor que ellas, que no las respeta ni las valora, sino que las humilla y las veja porque sí, porque le viene en gana.

Por eso me gustaría, querida Isabel, que te informases sobre feminismo antes de decidir si quieres ser feminista o no. Cuando vas a comer a un restaurante no pides un plato sin antes saber qué lleva, ¿no? Pues aplica la misma lógica, querida.

La de los que vienen, los que se fueron y los que se van

Últimamente estamos oyendo a los políticos hablar de que hay que frenar la inmigración, de que no tenemos recursos para mantener a todas esas personas que llega en pateras a nuestras costas.

No sólo escuchamos estos discursos aquí en España: también en Italia y Francia se ha despertado el debate sobre si hay que acoger a los inmigrantes o devolverlos a sus países de origen.

Siempre que escucho estas noticias recuerdo cuando de pequeño mi abuela me contaba lo bien que se llevaba con sus hermanos, sobre todo con su hermano Chano. Eran casi de la misma edad, los menores de siete hermanos. Mi bisabuelo era juez de aguas, un trabajo que les daba el dinero justo para vivir. Y eran felices.

Me contaba que se escapaban a jugar cuando les mandaban a cuidar al rebaño o cómo se montaban una carretilla con una tabla, cuatro latas y dos alambres y se tiraban por una pendiente que había cerca de su casa. Se pegaron varios castañazos hasta que aprendieron que quizás estaría bien que la carretilla tuviera frenos.

Pero llegó la guerra. Y después de la guerra llegó la dictadura. En su familia eran demasiados y empezaron a pasar hambre. Así que mis bisabuelos montaron a dos de sus hijos en un barco se iba a Venezuela con la esperanza de que tuvieran un futuro mejor.

Y lo tuvieron: encontraron trabajo, se casaron, tuvieron hijos… Y nunca volvieron. Mi abuela perdió a dos hermanos, pero ellos ganaron una vida.

Por eso me cuesta pensar que cerremos las puertas a esos que vienen buscando lo mismo que mis tíos abuelos hace 70 años, que es lo también van buscando todos los españoles que en los últimos años se están marchando fuera.

Todos conocemos la frase «El pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla». Sólo espero que esta vez no se cumpla.

La de la manifa

Todos los años por estas fechas nos cansamos de escuchar eso de «A mí el Orgullo no me representa». No seré yo quien mencione los disturbios de Stonewall ni las manifestaciones de Barcelona y Madrid en los 70, pero a muchos les vendría bien callarse un mes saber de dónde viene el día del Orgullo antes de tirar piedras sobre nuestro propio tejado de cinc caliente.

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¡Arriba, mariquita!

La queja de siempre es que no es una manifestación, sino una cabalgata con plumas y tacones. Y lo es. Y así tiene que ser.El Orgullo tiene que molestar. Porque todavía hay gente que cree que no somos normales, que piensa que tenemos algo mal en el cerebro, que opina que es sólo una fase que se pasa con la edad o una enfermedad que se puede curar.A todos esos tenemos que dejarles claro que no, que lo único que nos diferencia de ellos es con quién nos acostamos o a quién queremos. Nada más. Y la mejor forma de hacerlo es haciéndoles sentir incómodos, que vean que no somos cuatro gatos, que aunque sea por un día nos importa una mierda lo que opinen.e5a639_dbc47b24ec4b44e6a61e7912b29ff996mv2Gracias los travestis, los mariquitas y los chaperos del Stonewall Inn hoy hemos adquirido muchos derechos, pero, nos guste o no, la sociedad sigue siendo homófoba y hay muchos que tienen que ocultarse por miedo a que se burlen de ellos, a que les peguen o incluso a que les maten.Lo peor es que muchas veces somos nosotros mismos los que nos menospreciamos cuando, por ejemplo, damos las gracias si nos dicen que no parecemos gays porque no tenemos pluma o si no hablamos de nuestro novio con los compañeros de trabajo.Así, que, amigas mías, este fin de semana saquemos nuestras mejores galas y, como dice Fangoria, «¡si lo sabe Dios, que se entere el mundo!».

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¡Prístina Luna, dame el poder!

La de todos y todas

Nos encantaría entrar un día cualquiera en el correo del trabajo y leer A partir del mes que viene subiremos un 10% el sueldo a todos los trabajadores. Lo comentaríamos con el compañero de la derecha y con la compañera de la izquierda y los tres nos pondríamos a pensar en qué gastarnos todos esos dineros extra.

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Dramatización

Porque, claro está, entenderíamos que nos subirían el sueldo a todos, tanto a los hombres como a las mujeres. Nadie en su sano juicio se preguntaría si, como en el correo pone los trabajadores, el aumento será sólo para los hombres. O sí, porque siempre hay alguien a quien le gusta aguar la fiesta.

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¡Alegría!

Este problema viene por la creencia extendida de que el género de las palabras es equiparable al sexo de las personas, pero, en realidad, que una palabra tenga género masculino no significa que lo que designa tenga sexo masculino. Por ejemplo, sol tiene género masculino y, hasta donde yo sé, los ángeles las estrellas no tienen sexo.

La peor parte de todo este jaleo lingüístico se la llevan los sustantivos en plural cuando designan a seres vivos: ¿por qué usamos todos los trabajadores para referirnos a un grupo en el que hay mujeres y hombres? Y mi favorito: ¿por qué no usamos todas las trabajadoras si en la empresa de la que hablamos la mayoría son mujeres?

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Exsqueeze me?

Pues porque en esta dicotomía, mi queridísimo Piscis, el masculino plural es el término no marcado, es decir, el que designa a todos los individuos de esa clase que se menciona, independientemente del sexo que tengan, mientras que el femenino plural es el término marcado, esto es, el que hace referencia sólo a los individuos de sexo femenino.

También hay que tener en cuenta que no todas las palabras que terminan en a se refieren automáticamente a personas de sexo femenino: con periodistas, por ejemplo, sólo es necesario cambiar el artículo que la acompaña: los periodistas (grupo formado por sólo hombres o por hombres y mujeres) y las periodistas (grupo formado sólo por mujeres).

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Me gusta

Además está el principio de economía lingüística, que viene a ser como la ley del mínimo esfuerzo, pero con las palabras. ¿Para qué decir televisiónmotocicleta si con telemoto ya vale?

En resumen, niños: que, si nos descuidamos, frases tan simples como El perro es el mejor amigo del hombre acabarán convirtiéndose en El perro y la perra son el mejor amigo y la mejor amiga del hombre y de la mujer. Y no queremos que eso suceda, ¿verdad? ¿VERDAD? ¿VERDAD?

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¡Déjalo ya!

La de los Reyes y las reinas

En estos días se ha desatado la polémica porque en la cabalgata de Reyes de Puente de Vallecas han incluido una carroza de la diversidad en la que irán una rapera, una actriz Y UNA TRAVESTI. Y se ha armado la marimonera. Ande, ande, ande.

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¡Atención! ¡Preparados para la ignición!

Como si de una reunión de vecinos se tratase, todo el mundo se ha animado a dar su opinión porque para qué vamos a quedarnos calladitos si escribir en Facebook y Twitter es gratis: que si es una aberración, que si el lobby gay esto, que si el lobby gay lo otro… Vamos, las mismas mierdas los mismos argumentos que leemos en junio, pero con seis meses de adelanto.

Lo más curioso ha sido escuchar de boca de unos conocidos (que no son de los que salen con banderas arcoiris el día del Orgullo, pero tampoco de los que montan un drama cuando se enteran de que uno de sus hijos cose para la calle) que esa carroza «no pegaba» en la cabalgata. En ese momento me he atusado la peluca y les he preguntado por qué.

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Soy toda oídos

Hemos entrado entonces en el bucle Es que no pega / ¿Pero por qué? que parecía que iba a ser más largo que la carrera musical de Raphael hasta que me han soltado una retahíla de argumentos que tuve el placer de desmontar uno por uno:

  1. No tiene nada que ver con la Navidad. Pokémon y Star Wars tampoco y no nos veo rasgándonos las vestiduras (de hecho me parece genial porque soy superfanS – así, en plural – de ambos y casi me emociono más que los propios niños cuando veo un Darth Vader)
  2. Las tradiciones hay que respetarlas. [repetir punto 1]
  3. A los niños les gustan esos personajes. Sí, y también cualquiera que salga rodeado de regalos y les tire caramelos; me podría subir yo a una carroza y el efecto sería el mismo.
  4. Es como si saliese la Legión a desfilar. Seguramente habrá más niños LGTBI viendo la cabalgata que niños legionarios, así que algo de relación le veo.
  5. Es que a ver cómo se lo explicamos a los niños. A los niños se la reflanflinfa [ver punto 3]
  6. (A colación del punto anterior) Los niños preguntan todo y querrán saber quién va en la carroza. Pues les puedes decir lo que te apetezca: que es una mujer, que es un hombre con peluca o que es una prima hermana lejana de las Winx por parte de padre. La educación de los niños es responsabilidad de los padres, no de la cabalgata de Reyes.

La pena es que todo este cirio lo están montando los adultos porque la situación les incomoda: este año los maricones homosexuales vamos a demostrar públicamente que somos maricones homosexuales no sólo en el Orgullo, sino también en la cabalgata de Reyes de un barrio de Madrid. Oh, Dior mío.

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¿Pero es que nadie va a pensar en los niños?

La de la normalización 

La que has liao, pollito Eliad Cohen. Y todo por el inocente deseo de querer normalizar la imagen de los gays en televisión, lo que te ha llevado, según la explicación que tú mismo has puesto en tu página de Facebook, a cometer un simple error con el idioma.

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¡Pero si parece que no ha roto un culo plato en su vida!

Sobre la normalización se han escrito rios de Gloria tinta, pero es un debate que parece que no acaba nunca. Tú, mi queridísimo Piscis, a lo mejor piensas que normalizar al colectivo LGTBI no tiene nada de malo, ¿verdad? Pues te equivocas de cabo a rabo (no, ese rabo no). Por lo menos desde mi punto de vista.

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Agárrate, que vienen curvas

Según la RAE, normalizar significa hacer que algo se estabilice en la normalidad. ¿Y qué es la normalidad? Quizás para ti ser normal signifique no tener pluma y  que la gente te suelte el manido ¡Pues no se te nota nada que eres gay! cuando hablas por primera vez de tu chihuahua, pero para mí eso es una absoluta gilipollez.

Si nos basamos en los mismos  estereotipos, un hombre heterosexual tendría que escupir en el suelo y hablar de fútbol todo el tiempo y las conversaciones de las mujeres heterosexuales deberían tratar sobre el último vestido que se han comprado y sobre que Fulanita está más gorda o tiene más estrías desde que la dejó Menganito. Y sabemos que no es así.

What’s the tea, gurl?

Todos conocemos maricas futboleros, maricas taurinos e incluso maricas fervorosamente religiosos. Y eso es porque la orientación sexual (sea la que sea) sólo condiciona con quién te acuestas, no tu forma de hablar, ni la ropa que te pones, ni siquiera la música que escuchas. Y lo dice uno que ama a Britney Spears sobre todas las cosas.

Porque, cariño mío, como ya publiqué una vez en Twitter (ATENCIÓN A LA AUTOPROMO), el problema viene cuando se generaliza porque lo único en lo que coincidimos TODOS los maricas es en que nos gustan los penes. Fin de la historia.

La de los reencuentros

Estrenar un año es la excusa perfecta para marcarse nuevos propósitos. Yo he decidido que éste sea el año de los reencuentros.

El primer reencuentro será con este blog. Para mí es como un follamigo al que ves poco, pero cuando quedas con él te lo pasas genial. A este blog le prometo volver para darle besos y caricias y, con el tiempo, pedirle salir en serio.

El segundo reencuentro será con aquellos a los que hace mucho que no veo. Hay mucha gente que ha dejado de ser parte de mi vida porque no había tiempo o porque, cuando lo había, lo que no había era ganas. A ellos les prometo dejar de pensar en escribir y hacerlo.

El tercer reencuentro será con aquellos a los que veo casi cada día. Quiero conocerlos más, saber de dónde vienen y hacia dónde quieren ir, escuchar su historia. A ellos les prometo aprender de ellos todo lo que pueda.

El cuarto reencuentro será conmigo mismo. No soy el que era hace cinco años, ni hace dos años, ni siquiera hace un año. Me siento con ganas de quererme, cuidarme y gustarme más que nunca y de que nada ni nadie me haga pensar lo contrario. A mí mismo me prometo darme amor cada día.

El último reencuentro será con estas mismas promesas dentro de un año. A estas promesas les prometo poner todo mi empeño en cumplirlas.

La del laísmo

*¡Dila que como no venga la doy una torta! O cualquier frase parecida. Es oírla y se me gira la cabeza.

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Dramatización. Puede que no ocurriera.

A todos los que hemos nacido o crecido o reproducido fuera del Reino de Castilla el laísmo nos da risa. O escalofríos, depende del grado de conocimiento lingüístico. Es más, los que habitamos dentro de las fronteras laístas vivimos con miedo de que se nos pegue y acabemos diciendo cosas como *No te me le lleves, *¡A la niña no la grite usted! o incluso *Dámelelola. Vale, esto último quizás no, pero tiempo al tiempo.

En mi cruzada personal contra este fenómeno me he encontrado teorías de los más variopintas. Mi preferida es la de una compañera de trabajo muy madrileña que dice que «Si tiene pene es le, si tiene vagina es la y si no sé lo que tiene o es una cosa es lo«. Un triunfo para la lógica, pero una masacre para la lingüística.

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Te quedas muerta, Chomsky.

Mi primer instinto siempre es dar la explicación en versión extendida: que si la sintaxis, que si lola se usan para el complemento directo y le para el indirecto, que si la acción del verbo… El problema es que a los dos segundos sabes que la otra persona está preguntándose qué ha hecho para merecer esta tortura y está buscando con la mirada la salida más cercana para echar a correr en cuanto me despiste.

Es entonces cuando les cuento mi truco, que no es tal truco, sino la radio edit de la versión extendida: quita a la persona y pon una puerta. ¿Que por qué por una puerta? A eso voy.

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Relax

Pongamos como ejemplo la frase Di a María que venga. Si sustituimos María por un pronombre y seguimos la teoría de mi compañera habría que decir *Dila que venga (Dios nos asista). Si María se metamorfosease en una puerta (cosas más raras se han visto) seguiría conservando la preposición (Di a la puerta que venga), lo que significa que es un complemento indirecto y lo correcto sería usar le y no la ni lo (Dile que venga), ya estemos hablando de María, de la puerta o de nuestro primo del pueblo.

Ahora vamos a sustituir niño por un pronombre en la frase Trae al niño a casa. Siguiendo la aplastante lógica anterior quedaría *Tráele a casa, que tampoco suena tan mal. Pero cambiemos al niño por una puerta (mal negocio éste) y, ¡tachán!, la preposición desaparece (Trae la puerta a casa), por lo que es un complemento directo y habría que usar lola según el género (que no el sexo) de la palabra (Tráela a casa).

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¡Es la magia de la lingüística!

Reconozco que el segundo ejemplo es más difícil de ver porque está bastante aceptado y extendido el uso de le en lugar de lo cuando se trata de un referente masculino, pero a veces hay que ponerse estricto y a mí a dominatrix estricto no me gana nadie.

La del orgullo

Amanerado, bujarra, mariquita, culero, que cose para la calle, desviado, finocchio, gay, loca, colipato, que juega en otro equipo, homosexual, bollo, cachapa, tragasables, bollera, maleante, invertido, faggot, trucha, julandrón, de cáscara amarga, lesbiana, schwul, ninfo, palomo cojo, galleta, obvia, que pierde aceite, sodomita, joto, puto, queer, rosca, hueco, muerdealmohadas, a friend of Dorothy, parchita, sarasa, lamefelpudos, mariposón, péde, transexual, panadera, vago, soplanucas, de la acera de enfrente, choto, tortillera.

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